domingo, 23 de mayo de 2010

jueves, 21 de enero de 2010

Bécquer, el gran olvidado.



De camino, en compañía de un amigo, hacia la inauguración de una exposición sobre el dandismo que se celebra en un museo de la localidad donde resido, charlábamos sobre literatura fantástica contemporánea y de terror moderno. Pensé que normalmente cuando nos referimos a autores de este tipo de literatura, siempre aludimos a figuras como Poe (uno de mis escritores preferidos) Lovecraft, Irving y tantos otros autores extranjeros, olvidando a importantes figuras como Emilia Pardo Bazán o Gustavo Adolfo Bécquer, autores que editaron obras de esta índole.
En la citada exposición encontré símbolos de actitud autocontemplativa e introvertida como el mito de Narciso. Así y a modo de reverberación contínua surgirá el concepto de dandi decimonónico y su deriva contemporánea. En la citada muestra las obras se distribuyen siguiendo tres tipos de dandismo a partir de George Bryan Brummell, Oscar Wilde y Charles Baudelaire. Aunque me encanta la obra de Wilde no me podía sacar de la cabeza la anterior conversación con mi amigo, ni tampoco a Bécquer.
He de reconocer que desde siempre me he sentido identificado con el retrato de Gustavo Adolfo Bécquer, pintado por su hermano Valeriano. Aunque nunca estuve obsesionado con el mismo como Dana Andrews con el retrato de Gene Tierney en Laura (Otto Preminger, 1944).
Los tonos oscuros de la obra nos reflejan a un dandi romántico, a la vez enfermo, trascendente, altanero y de mirada retadora, cuya juventud dulcifica su temperamento intrínsico y que ha pesar de la misma, ha vivido mucho.
Cuando me refiero a establecer una conexión personal con la imagen, no sólo sugiero la recuperación de un lejano recuerdo de mi etapa escolar, también recuerda su forma de entender la poesía, de palabra breve, sobria, clara y precisa sin extravagancias y excesos. Los poemas de Gustavo Adolfo Bécquer se pueden ver, oler, tocar, oír, saborear. Imágenes tan precisas y envolventes como las palabras sencillas.
Poeta, narrador y periodista, Gustavo Adolfo Bécquer (Sevilla, 1836 - Madrid, 1870) es la cumbre literaria del Romanticismo español. Comenzó con una vida bohemia y precaria, entregada al dibujo y la poesía. En 1857 cayó enfermo de tuberculosis y más tarde padeció una enfermedad venérea; todo ello, unidos a los fracasos amorosos le provocó una sombría visión de la existencia.
Desde aquí no pretendo ilustrar con su biografía (la web está lleno de ellas) simplemente evocar su figura, tan vapuleada y mal vista en la actualidad, recordar que no solo los anteriormente citados Poe, Irving y Lovecraft publicaron obras fantásticas y de terror. Recuperemos La venta encantada o relatos como el Monte de la ánimas, que de verdad, merecen la pena.

jueves, 7 de enero de 2010

Carta abierta a David Ortega Sanz.


Estimado señor Ortega,

Hace aproximadamente tres o cuatro años, no lo recuerdo con exactitud, acudí como cada primavera, a la tradicional feria del libro que se celebra en la localidad donde resido. Entre otras obras, adqurí un libro escrito por usted, de título "Van Halen" y editado en el año 1999 por Cátedra.

Le seré sincero, adquirí el libro por su irrisorio precio con descuento, por sus atómica fotos y, por el setlist de cada gira que usted incluía al final de la obra.

Pues bien, aproveché estos navideños días para desenpolvar y leer el volumen en cuestión. A su favor, y a modo de comentario, le diré que por un momento, estuve dudando entre leer su obra o un goloso y recién adquirido volumen de Arthur Schopenhauer. Sé que las comparaciones son odiosas pero ¿¡qué quiere que le diga!? ¡Estoy siendo sincero!

Estimado señor Ortega, usted se autodeclara periodista, en ningún momento pondría en duda de que usted dispone, seguramente colgado en alguna de las paredes de su domicilio, de un título universitario en Ciencias de la Información o similares, ¡Dios me libre! Pero no solamente con un título universitario escribe el hombre, querido. Los títulos universitarios no escriben ellos solitos. La verdad, siendo sincero, y que quede entre usted y yo, escribir sobre una banda como Van Halen debe de ser excitante: grandes discos multiplatino repletos de temas maravillosos, mastodónticas giras de infarto descargando decibelios por todos los grandes arenas yankees. Giras repletas de todo tipo de excesos. La magnética personalidad de David Lee Roth, la atómica técnica de Edward Van Halen a la guitarra (una técnica, tapping, ya existente pero que en manos de nuestro pequeño amigo se elevó a niveles marcianos), orgías con cientos de mujeres hermosas... En fin, hasta yo mismo me excito solamente con pensar en la biografía que escribiría, si me dieran la oportunidad de crear una obra sobre una de mis bandas de referencia. En cambio, usted realiza, con toda la montonera de material escrito disponible sobre la banda, y que mismamente hasta podría fusilar, una obra fría, repetitiva, aburrida y con un léxico de niño de tercero de primaria.
Caso aparte merecen sus afirmaciones, porque a ver si se aclara, por un lado dice que en 1984, Van Halen era un grupo "de culto". Por otro, afirma que en 1984, Van Halen era una banda multiplatino que llena estadios allá donde pisan. Decídase, o es una cosa o es la otra ¿pero las dos a la vez? Sinceramente, ¿Sabe usted lo que significa una "banda de culto"? Por no mencionar su trabajo de campo, trabajo en el que seguramente se empapó de bibliografías y referencias como "Iggi Pop" (Iggy Pop), "Kodac" (Kodak), "Diamon" (Diamond) "Led Zeppellin", "Led Zepellin" (Led Zeppelin), "Pivie" (Peavey) o "Jimmy Hendrix" (Jimi Hendrix) por citar algunos que recuerde.

Por otro lado, está la redacción y la ideografía del texto, que es horrorosa, como por ejemplo, tras repasar la etapa Roth con el grupo, período en el que según usted editaron seis Lp's, remata la faena desdiciéndose a sí mismo con que 1984, sexto y último disco publicado con Roth al frente, es el primer y único disco oficial que grabó el grupo. ¿¡!? A ver si se aclara.

Para concluir estimado señor Ortega, manifestarle mi repulsión al leer o intentar interpretar semejante bodrio y afirmarle también de paso, que antes de sentarse delante de un Pc, Mac o máquina de escribir es necesario documentarse, saber hacerse entender y conocer minimamente el lenguaje y la semántica del idioma en el que escribe. Porque, aunque usted lo dude y la p con la a formen pa o la f con la e formen fe, hace falta algo más para hacerse entender.

En fin, imitaré al detectivesco personaje de Vázquez Montalban, Pepe Carvalho y, como seguramente su libro arde bien, lo emplearé para encender la chimenea en éste frío mes de enero.

Atentamente,

Samuel A.