jueves, 27 de agosto de 2009

"Sin cuartel"


Había llovido. La acera estaba mojada. Caminamos deprisa, se hacía tarde. Llegamos al teatro en medio del frío y de la contaminación acústica que llenaba ciudad. Allí estaban, preparando el equipo. Benditos técnicos, sin ellos nada de ésto sería posible. Subimos al escenario en medio del caos. Nos llaman la atención: "¿¡Quienes sois vosotros!?", "Somos la banda", "¿Vosotros sois la banda?" Pues sí, éramos la banda, teníamos que ser los primeros en llegar y hemos sido los últimos. La sobrecarga emocional hacía que se nos encogieran las tripas y las dudas sobre nosotros mismos nos convertía en víctimas de nuestro propio pánico interno.



Era nuestro bautismo de fuego pero no teníamos whisky, lo único que quedaba era una botella de vodka "Petroff". Recuerdo la primera vez que probé ese aguardiente, aunque en realidad no lo recuerde, fue en una taberna que dudo si existe en la actualidad o por el contrario sucumbió entre la suciedad y la mugre acumulada. El antro en cuestión tenía una especie de alambradas gallináceas en la techumbre y las paredes teñidas de negro o pigmentadas de ese bruno color por omisión de aseo. Los fines de semana se llenaba de jóvenes que consumíamos unos "cubalitros" aderezados con pajitas y en vasos de plástico con el licor escogido, hielo y un colorante refresco. Bebíamos por las pajitas el asqueroso brebaje mientras nuestros diviesos rostros dibujaban visajes con todo tipo de formas. Había pasado mucho tiempo pero recordaba con cariño aquella caverna hostelera.


Miraba la etiqueta de la rusa botella mientras evocaba aquel lejano antro y como entrañable homenaje decidimos pedir unos zumos y un poco de hielo al camarero de turno. El infortunado hombre estaba rellenando la nevera con botellas de cerveza, nos agenciamos unas redomas aunque la alcohólica bebida estaba caliente. Estábamos excitadísimos y nuestro primer brindis fue en recuerdo de aquel ajumado cubículo.


Calmamos un poco la sed y los nervios previos a la descarga sonora con unas dosis alcohólicas. Llegó la prueba de sonido, el amigo encargado de la mesa hizo lo que pudo mientras nosotros construíamos balbuceos con nuestros instrumentos.


La sala comenzó a llenarse con lentitud y los nervios me destrozaban el estómago. Ante la falta de calmantes para el buche decidí empaparme de "Petroff" que aunque no sea muy apetecible por lo menos ejecuta los gérmenes internos. Gérmenes del cuerpo y del alma, gérmenes que convierten a una persona sosegada y tranquila en un emocional animal sudoroso y excitado. "Llegó la hora", nos avisan. "Sin cuartel" me dije a mi mismo, la garganta se me secaba y las sudorosas palmas de las manos temblaban. Salimos con los instrumentos en ristre. No se veía nada, no sabía si la sala estaba vacía o llena, los focos me cegaban. Sólo algún grito, algún silbido y el tímido murmullo me hacía creer en la concurrencia del local . Me coloqué en mi lugar, enchufé el bajo, conecté el amplificador y de nuevo probé sonido. Nos miramos. Los ojos de mis compañeros brillaban bajo la tenue luz azul de los focos. Excitadas sonrisas mutuas. A la señal comienza la descarga, entra la guitarra con el riff machacón, la sección rítmica y comenzamos a toda pastilla, cierro los ojos, el pánico no me deja ver, me acerco al micro y comienzo a frasear estoicamente: "Take to the sunspot, now I wanna go home/Flash on the Citadel having too much fun/Atomical baby, I think your moon is dead/Last push of royalty into your bobbing head..."

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