martes, 13 de noviembre de 2012

De como Dio devoró a Gio.



Todos tenemos un lado oscuro en nuestro interior, desértico o florido, según las personas, un paraje que unas veces sobresale y otras te engulle en su oscuro intrínseco.

Gio era un hombre alegre y cinéfilo, inteligente y vivo, gran amante de todas las artes y genial pintor; lo que se dice un hombre de mundo, vaya. Recuerdo cuando le conocí, era el único rockabilly con barba que pululaba por mi ciudad. Hoy en día bullen montoneras de rockabillys barbados por las ciudades de este país, pero hace treinta años él era de los pocos, no voy a decir el único, pero sí de los pocos.

Entre otras muchas cosas me contagió su devoción por el festival de cine de esta hermosa ciudad, Pasión infinita por el cine que aún, a día de hoy atesora. Juntos compartimos kilómetros de cintas e infinidad de risas y copas nocturnas. Era un gran bailarín, fumador de habanos, además de un gran conversador y pícaro ligón, siempre tras las chicas guapas, o menos guapas. Recuerdo que, en aquella época, vestía con beisbolera, zapatos boogies y barba, era como aquella canción que cantaban Dean Martin y Ricky Nelson,"My rifle, my pony and me".

Hasta que un día la vida le traicionó, o se sintió traicionado por ella, y ese día comenzó a cambiar. Todos tenemos un lado oscuro en nuestro interior, oscuridad que no queremos o pretendemos que no se exteriorice, pero a veces decide emerger de entre los poros de la piel y se materializa en forma de aura a nuestro alrededor. Ese aura salió del interior de Gio, haciéndose con él y con su personalidad, devorándolo. Parecía que esa materialización se afianzaba con los años, tranformándolo, asfixiándolo. Gio nunca se rebeló contra esa materia negra, la hizo suya, paladeándola y masticándola a cada instante. Con cada inspiración la hizo suya, la apalpaba y la disfrutaba como si fuera un tesoro. Cuando ese lado oscuro lo poseyó por completo, se hizo con su ser, con su cuerpo y con su alma, manifestándole sus más primarias preferencias.

Hoy en día Gio ya no existe, no existe aquella persona, con los años se ha ido transformado en Dio, no en Ronnie James Dio, sino en Diógenes, ese aura negra se ha apoderado de él. Ahora Diógenes se ha convertido en alguien huraño, descuidado y holgazán. Alguien que almacena diarios viejos y amarillos para, según dice, crear su propia hemeroteca casera, aunque su otro yo, su negra aura, percibe, al igual que percibimos muchos, que nunca alcanzará era meta, no porque no se lo proponga sino porque es un imposible y porque de entre tantos elementos acumulados, él mismo, como reconoce a veces, no sabe por donde empezar.

 Su metamorfosis le ha llevado años pero creo que ya está completada. Ahora se dedica a coleccionar todo tipo de cosas. Hacina sin control montoneras de libros, discos y amarillentos periódicos viejos. Al Dio actual no le importan los amigos más intimos, camaradas que, por otra parte, está perdiendo poco a poco, alejándolos de su vida mientras se encuentra absorto en el desorden de su hogar.

Gio finalmente se ha transformado en Dio y creo que se quedará así para siempre. Lo que más llama la atención de la gente en general, o mejor dicho, lo que percibe la gente es la hediondez, Dio hace semanas que no se lava los dientes, ni la ropa, ni el cuerpo. Su pelo rebosa grasa, caspa y suciedad y su ropa está llena de lamparones y de fragancia corporal.

Su almacenamiento hogañero no conoce límites, un día quería llevar para su casa unas sillas aparcadas al lado de un contenedor de basura, hasta que comprobó por si mismo que las sillas estaban allí por algo, porque estaban rotas. Asimismo almacena un videoclub entero colmado de deuvedés, una completa librería llena de libros, algunos interesantes y otros menos, además de un montón de televisiores y aparatos de tedeté que no sirven absolutamente para nada.

Muchos echamos de menos a Gio, pero hoy entre nosotros disfrutamos de su modificada personalidad, observamos detenidamente su nueva actitud y constatamos la realidad, Gio se ha transformado en Dio (genes).

Por suspuesto que nadie es quien para juzgarle, ni a él ni a nadie, pero es triste ver como alguien, que para más inri ha perdido su empleo, se consume en su miseria interior, mientras crece su desidia.

jueves, 6 de octubre de 2011

The Fathers Of The Fuckers Eyaculators.





Creí que nunca encontraría este vinilo, era uno de los objetos que más deseaba. El primer y único album de una de las mejores bandas hispanas de rock underground: "My son eyaculate in you" de los desconocidos, (exceptuando los círculos de coleccionistas compulsivos) The Fathers Of The Fuckers Eyaculators.

Sonó el móvil una soleada tarde de septiembre, era un conocido periodista musical, habitual de uno de los periódicos nacionales de mayor tirada y ex de la radio pública. Me dijo que lo había conseguido, que tenía dos copias originales casi nuevecitas, "las encontré en un mercadillo, en la calle y una copia es para tí. Te la envié por mensajería". No me lo podía creer, había buscado ese vinilo hasta por debajo de las piedras, los nervios me consumían, una especie de sudor frío, como cantaba Phil Lynott, recorría mi espalda, creo que balbuceé unas palabras antes de colgar el móvil. ¡En un mercadillo! ¡En la calle!

Al día siguiente el mensajero llamó a mi puerta, recogí el paquete y las manos me comenzaron a temblar, firmé el albarán y cerré la puerta rapidamente despidiéndome rapidamente. Abrí el paquete y allí estaba esa portada horrible, antología del mal gusto. Un tyranosaurio penetrando a otro. Supongo que una broma. En la contraportada la foto medio borrosa de los cuatro miembros de la banda, de la segunda formación ya que The Fathers grabaron la cara A con Markus a la guitarra y voz, Xab a la guitarra y voz, San al bajo y voz y Cheiri a la batería. En la segunda formación Frank sustituye a Markus y Quitos a Cheiri que logran, en la cara B, una contundencia jamás imaginada en el rock patrio, ¡parecen un grupo surgido de los pantanos de Illinois! La verdad es que las dos caras del disco parecen álbumes diferentes y es que el buen hacer de los nuevos miembros sumado a la madurez de los veteranos crea una atmósfera ideal para el Blues sudoroso.

Abrí la carpeta y pinche la cara A. La verdad es que el disco estaba nuevo, o casi nuevo. Tras realizar la ceremonia de colocar la aguja encima del vinilo, comenzaron a sonar las olas del mar, aquel relajado sonido te transportaba al relax, cerré los ojos y comenzó a sonar un redoble de batería, para a continuación entrar a saco dos guitarras, un bajo y la potente voz de San, que a veces parecía desafinada, pero cuando llegó el estribillo, se me endulzó el día, estribillo pegadizo donde los haya y la melodía perfecta de Xab en forma de solo mientras el resto de los instrumentos se apartan a un segundo plano, "Aloha" se titula esta maravilla. El segundo corte, "Forest", es un medio tiempo que recuerda a Echo and the Bunnymen, esta vez cantada por la aterciopelada voz de Xab, que te acompaña a en un viaje a través del espacio-tiempo. El resto de la cara A es un viaje a través de la historia del grupo, ya que estas canciones están grabadas por la primera formación de la banda, con Markus a la guitarra solista y Cheiri a la batería, "Traffic" es el medio tiempo en el que Markus aparece con fuerza, mientras que en "Bad Reputation" la bateía de Cheiri se impone por encima de los demás instrumentos, pero es en el quinto corte del Lp, en la acústica "A Wish" donde se haya la magia y la delicadeza del grupo, pieza clave para comprender la historia del Pop patrio, clásico donde los haya, que sirvió durante años como música de cabecera para un programa de Radio 3.

La cara B es otra maravilla, ya con la nueva formación, cuatro canciones contundentes ideales para ir con el coche a toda velocidad. Cuatro canciones que hacen recordar a las largas y rectas autopistas americanas, canciones que huelen a la Ruta 61, a la autopista del Blues. "Big Truck", ya con Frank sustituyendo a Markus en las seis cuerdas, nos hace recordar con su machacón riff, al vaivén de esos grandísimos camiones de dieciocho ruedas que recorren las carreteras, mientras que "Swamp" nos transporta a las raíces del Blues eléctrico, gracias, en gran medida, al bottleneck de la Es335 de Xab. "Sun King", un homenaje al Elvis de los primeros años, es desde mi humilde punto de vista, un acercamiento a las grabaciones al estilo de producción que hacían en la antigua Sun Records, música inmediata grabada en directo, vigor, firmeza en la interpretación y ejecucción, sin subterfugios y sin soltar de pie del acelerador. Tras este tema unos segundos extra de silencio para dejarnos sin habla con la larga y lisérgica "Dinosaur T-Rex/My son eyaculate in you/Brainstorm" Tres temas grabados en directo en el estudio como si fuera uno solo. Desde la contundente "Dinosaur T-Rex", hasta la lisérgica "Brainstorm" pasando por la Punk "My son eyaculate in you", unir estos tres temas parece una obra de ingeniería perfecta, en la que cada nota, cada cambio de ritmo y cada solo cuadra de una manera perfecta, tres canciones confeccionadas en tres épocas diferentes en la vida de nuestros protagonistas se unen para componer lo que es uno de los mejores temas nunca arreglados, producidos y grabados en la península.

Cuando retiré la aguja del vinilo suspiré e imaginé lo que sería un concierto de The Fathers Of The Fuckers Eyaculators, contundencia, ganas, tablas y fuerza.

jueves, 10 de febrero de 2011

Extraño suceso.




Supongo que la vida está ahí, hay que vivirla. Lo supongo porque estoy vivo, esto que escribo es una mierda y no sé lo que debo escribir. La verdad es que envidio a Xabi por soltar esas parrafadas así, de esa manera y quedarse tan ancho. Es genial poder deshacerte del lastre por medio de la escritura, aunque, tal vez lo mejor sea ver a donde me lleva este texto inútil.


El otro día soñé con una estatua con forma humana, subida a su atril, un enorme atril tallado en mármol blanco y con incrustaciones metálicas. Pensé que eran horribles, no entendía como alguien con talento para tallar semejante fisonomía perfecta, podía incrustar en su atril aquel metal oxidado.

La estatua me miró, sus ojos tenían vida, brillaban y creí que balbuceaba unas palabras en un idioma que no conocía. Miré alrededor y creí ver una figura que se acercaba, era Diógenes que caminaba hacia su casa, pasó por mi lado, no me veía. Es un sueño, me dije, por eso no puede verme a pesar de realizar aspavientos y de hablarle. La estatua siguió balbuceando en ese condenado idioma, le dije que lo sentía pero que no entendía, y seguí a Diógenes hacia su casa. Cruzamos un viejo puente por encima de un río, subimos una cuesta y allí estaba su hogar, su casa, su vida entre cuatro paredes de ancha piedra. Para acceder a la misma había que subir una angosta escalera de cemento, allí estaba la vieja puerta mal pintada en color verde, sacó una llave y abrió la misma. Un olor a suciedad y a putrefacción llegó a mi nariz. Diógenes entró y dejó la puerta abierta, abrió la ventana de una habitación que resultó ser la cocina y la claraboya de la habitación del fondo. Decidí entrar conteniendo la respiración. El piso era de madera vieja, Diógenes tenía una cocina y un baño en perfecto estado de uso, pero sucio. Aquello estaba plagado de polvo y de cosas. ¿Cosas? Sí, cosas. Películas en VHS y DVD, periódicos amarillentos del año 1989, discos de vinilo, Cd's... Todo amontonado, unas cosas encima de otras, polvo, mal olor y bichitos que me picaban y me subían por las piernas. Decidí salir de la casa para poder respirar. Oí como Diógenes encendía su televisor y se disponía a romper papeles viejos y a hacer un montón con los trozos mientras un reality era emitido a todo volumen.

Bajé la angosta escalinata, miré alrededor y observé todas las casas de una y dos plantas que había alrededor, hasta que alcé la vista y vi la casa del Presidente. ¿Porqué no? Me dije. Y me dirigí a la misma. Unos grandes y espesos muros rodeaban la finca, pero me colé entre los barrotes. Nadie me vio. Era un sueño. Caminé unos cien metros por encima del húmedo césped, descalzo y en pijama y me topé con el Presidente. Era alto y desgarbado, con gafas, estaba tomando un zumo de pomelo y leyendo unas notas para un, supongo, discurso. Digo supongo porque leí por encima de su hombro y probé el zumo. No podía verme, era un sueño. Miré la casa, era enorme, y me pregunté que haría Diógenes de tener esa casa tan grande, ya sé, la llenaría de cosas que no valen para nada.

Decidí irme para no molestar al Presidente con mi presencia, aunque no pudiera verme, aunque tal vez llegara un momento en el que me materializaría. Decidí irme a casa. Caminé, quedaba a unos cinco kilómetros, me dije que tal vez pasara el autobús o un taxi que me evitara el trayecto, más que nada porque estaba dormido y al día siguiente tenía que madrugar para ir a trabajar. No había tráfico, ni tampoco gente por las calles, deambulé durante mucho tiempo, horas, y me encontré con la estatua. Allí, a su lado estaba Diógenes, intentaba desclavar la estatua del suelo para llevarla a su casa. La estatua intentaba hablar y Diógenes le decía a gritos que si iba con él a su casa le haría compañía.

Entonces pasó por allí un gran coche negro, se bajó la ventanilla trasera y allí estaba acomodado el Presidente, la verdad es que no sabía como podía haber llegado con ese enorme coche en el que no había nadie tras el volante. El Presidente miró la escena, no entendía nada y yo tampoco. Diógenes miró al Presidente y siguió a lo suyo. Decidí continuar el camino hacia mi casa.

A veces hay gente que lo quiere todo y todo lo desea, supongo que así es el ser humano. Al entrar por la puerta de casa decidí desayunar ya que estaba amaneciendo, en ese momento sonó el despertador. Me desperté, me levanté de la cama de un gran salto y comprendí definitivamente que todo era un sueño, aunque estaba muy cansado, supongo que sería por la aluzinación que acababa de tener.

Con la garganta seca y los ojos llenos de legañas me dirigí hacia la cocina, todo lo que necesitaba era un gran vaso de agua fría, cual fue mi sorpresa al llegar a la misma y verme a mí mismo en pijama desayunando. La cafetera echaba humo y el aroma del café llenó mi nariz. Me pregunté a mí mismo, o sea al otro yo que estaba desayunando, que hacía allí y me respondí a mí mismo que estaba almorzando después de comentar la extraña noche que había pasado. En fin, que decidí beber el vaso de agua, darme una ducha fría y vestirme para ir a trabajar, no quería llegar tarde. Y nos fuimos, yo y yo mismo, a entrevistar al Presidente a su enorme casa, antes pasamos a visitar a Diógenes y a su nuevo amigo, la estatua balbucenate. Decidí dejar a mi otro yo con Diógenes y su nueva estatua, de lo contrario el Presidente creería que acudía a la entrevista en compañía de mi hermano gemelo.

domingo, 23 de mayo de 2010

jueves, 21 de enero de 2010

Bécquer, el gran olvidado.



De camino, en compañía de un amigo, hacia la inauguración de una exposición sobre el dandismo que se celebra en un museo de la localidad donde resido, charlábamos sobre literatura fantástica contemporánea y de terror moderno. Pensé que normalmente cuando nos referimos a autores de este tipo de literatura, siempre aludimos a figuras como Poe (uno de mis escritores preferidos) Lovecraft, Irving y tantos otros autores extranjeros, olvidando a importantes figuras como Emilia Pardo Bazán o Gustavo Adolfo Bécquer, autores que editaron obras de esta índole.
En la citada exposición encontré símbolos de actitud autocontemplativa e introvertida como el mito de Narciso. Así y a modo de reverberación contínua surgirá el concepto de dandi decimonónico y su deriva contemporánea. En la citada muestra las obras se distribuyen siguiendo tres tipos de dandismo a partir de George Bryan Brummell, Oscar Wilde y Charles Baudelaire. Aunque me encanta la obra de Wilde no me podía sacar de la cabeza la anterior conversación con mi amigo, ni tampoco a Bécquer.
He de reconocer que desde siempre me he sentido identificado con el retrato de Gustavo Adolfo Bécquer, pintado por su hermano Valeriano. Aunque nunca estuve obsesionado con el mismo como Dana Andrews con el retrato de Gene Tierney en Laura (Otto Preminger, 1944).
Los tonos oscuros de la obra nos reflejan a un dandi romántico, a la vez enfermo, trascendente, altanero y de mirada retadora, cuya juventud dulcifica su temperamento intrínsico y que ha pesar de la misma, ha vivido mucho.
Cuando me refiero a establecer una conexión personal con la imagen, no sólo sugiero la recuperación de un lejano recuerdo de mi etapa escolar, también recuerda su forma de entender la poesía, de palabra breve, sobria, clara y precisa sin extravagancias y excesos. Los poemas de Gustavo Adolfo Bécquer se pueden ver, oler, tocar, oír, saborear. Imágenes tan precisas y envolventes como las palabras sencillas.
Poeta, narrador y periodista, Gustavo Adolfo Bécquer (Sevilla, 1836 - Madrid, 1870) es la cumbre literaria del Romanticismo español. Comenzó con una vida bohemia y precaria, entregada al dibujo y la poesía. En 1857 cayó enfermo de tuberculosis y más tarde padeció una enfermedad venérea; todo ello, unidos a los fracasos amorosos le provocó una sombría visión de la existencia.
Desde aquí no pretendo ilustrar con su biografía (la web está lleno de ellas) simplemente evocar su figura, tan vapuleada y mal vista en la actualidad, recordar que no solo los anteriormente citados Poe, Irving y Lovecraft publicaron obras fantásticas y de terror. Recuperemos La venta encantada o relatos como el Monte de la ánimas, que de verdad, merecen la pena.

jueves, 7 de enero de 2010

Carta abierta a David Ortega Sanz.


Estimado señor Ortega,

Hace aproximadamente tres o cuatro años, no lo recuerdo con exactitud, acudí como cada primavera, a la tradicional feria del libro que se celebra en la localidad donde resido. Entre otras obras, adqurí un libro escrito por usted, de título "Van Halen" y editado en el año 1999 por Cátedra.

Le seré sincero, adquirí el libro por su irrisorio precio con descuento, por sus atómica fotos y, por el setlist de cada gira que usted incluía al final de la obra.

Pues bien, aproveché estos navideños días para desenpolvar y leer el volumen en cuestión. A su favor, y a modo de comentario, le diré que por un momento, estuve dudando entre leer su obra o un goloso y recién adquirido volumen de Arthur Schopenhauer. Sé que las comparaciones son odiosas pero ¿¡qué quiere que le diga!? ¡Estoy siendo sincero!

Estimado señor Ortega, usted se autodeclara periodista, en ningún momento pondría en duda de que usted dispone, seguramente colgado en alguna de las paredes de su domicilio, de un título universitario en Ciencias de la Información o similares, ¡Dios me libre! Pero no solamente con un título universitario escribe el hombre, querido. Los títulos universitarios no escriben ellos solitos. La verdad, siendo sincero, y que quede entre usted y yo, escribir sobre una banda como Van Halen debe de ser excitante: grandes discos multiplatino repletos de temas maravillosos, mastodónticas giras de infarto descargando decibelios por todos los grandes arenas yankees. Giras repletas de todo tipo de excesos. La magnética personalidad de David Lee Roth, la atómica técnica de Edward Van Halen a la guitarra (una técnica, tapping, ya existente pero que en manos de nuestro pequeño amigo se elevó a niveles marcianos), orgías con cientos de mujeres hermosas... En fin, hasta yo mismo me excito solamente con pensar en la biografía que escribiría, si me dieran la oportunidad de crear una obra sobre una de mis bandas de referencia. En cambio, usted realiza, con toda la montonera de material escrito disponible sobre la banda, y que mismamente hasta podría fusilar, una obra fría, repetitiva, aburrida y con un léxico de niño de tercero de primaria.
Caso aparte merecen sus afirmaciones, porque a ver si se aclara, por un lado dice que en 1984, Van Halen era un grupo "de culto". Por otro, afirma que en 1984, Van Halen era una banda multiplatino que llena estadios allá donde pisan. Decídase, o es una cosa o es la otra ¿pero las dos a la vez? Sinceramente, ¿Sabe usted lo que significa una "banda de culto"? Por no mencionar su trabajo de campo, trabajo en el que seguramente se empapó de bibliografías y referencias como "Iggi Pop" (Iggy Pop), "Kodac" (Kodak), "Diamon" (Diamond) "Led Zeppellin", "Led Zepellin" (Led Zeppelin), "Pivie" (Peavey) o "Jimmy Hendrix" (Jimi Hendrix) por citar algunos que recuerde.

Por otro lado, está la redacción y la ideografía del texto, que es horrorosa, como por ejemplo, tras repasar la etapa Roth con el grupo, período en el que según usted editaron seis Lp's, remata la faena desdiciéndose a sí mismo con que 1984, sexto y último disco publicado con Roth al frente, es el primer y único disco oficial que grabó el grupo. ¿¡!? A ver si se aclara.

Para concluir estimado señor Ortega, manifestarle mi repulsión al leer o intentar interpretar semejante bodrio y afirmarle también de paso, que antes de sentarse delante de un Pc, Mac o máquina de escribir es necesario documentarse, saber hacerse entender y conocer minimamente el lenguaje y la semántica del idioma en el que escribe. Porque, aunque usted lo dude y la p con la a formen pa o la f con la e formen fe, hace falta algo más para hacerse entender.

En fin, imitaré al detectivesco personaje de Vázquez Montalban, Pepe Carvalho y, como seguramente su libro arde bien, lo emplearé para encender la chimenea en éste frío mes de enero.

Atentamente,

Samuel A.

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Kiss me, deadly. El beso mortal (1955)



Kiss me, deadly (El beso mortal)


Director: Robert Aldrich.
Guión: A.I. Bezzerides, según novela de Mickey Spillane.
Fotografía: Ernest Laszlo.
Música: Frank De Vol; canción interpretada por Nat King Cole.
Intérpretes: Ralph Meeker, Albert Dekker, Paul Stewart, Cloris Leachman, Maxine Cooper.
Nacionalidad: USA, 1955.
Blanco y Negro, 106 minutos, 1.66:1.


Este lluvioso fin de semana decidí acudir a mi filmoteca personal. La verdad es que tengo almacenados un montón de DVD's y decidí desempolvar algunos, como "White heat" (Al rojo vivo, Raoul Walsh, 1945) y la que hoy nos ocupa, "El beso mortal."


Robert Aldrich (1918-1983) decidió adaptar la novela "Kiss me, deadly" (titulada en tierras hispanas "Red Siniestra",1952) de Mickey Spillane, aunque consideró que la trama era algo enrevesada y se producían un sinfín de muertes por un mero caso de drogas. El director decidió variar el final, aunque en el film la trama también es poquito enrevesada, lo que obliga al visionador estar muy atento.

Lo más grande de esta película es la impecable caligrafía cinematográfica de la cinta (maravillosos contrapicados, excelentes encuadres, un magnífico uso de la profundidad de campo...), la grandísima interpretación de Ralph Meeker (la más grande de su vida) y una monumental fotografía en blanco y negro de Ernest Laszlo, que hace recordar joyas como The Maltese Falcon (El halcón maltés, 1941).

La verdad es que podría estar lanzando verborrea escrita sin parar sobre tamaña joya cinematográfica. Con un presupuesto de 410.000 dólares se creó una obra maestra del cine negro, (del cine de serie B y de ciencia ficción; por el precio de uno llévese tres) Aunque el año de su estreno solamente recaudó 882 dólares en Estados Unidos.

Ralph Meeker da vida al detective privado Mike Hammer, creado por el escritor Mickey Spillane (1918-2006) en la novela de 1947, "I, the jury" (Yo, el jurado). Hammer aparecería en un total de trece novelas entre ellas "Kiss me, deadly". Spillane fue acusado de sexista, ultraderechista y pornográfico por los medios de su país, ya que en sus novelas, aparte de la naturaleza violenta y sexual de sus historias, presentaba a la mujer como un mero objeto sexual. A pesar de todo lo anterior, sus libros son muy entretenidos, pura novela negra, y el personaje Mike Hammer, (junto con Sam Spade y Philip Marlowe) se ha convertido en el paradigma de detective duro cuya ética personal es más importante que las convenciones legales de la sociedad. Aunque Hammer poco tiene que ver con Spade y Marlowe, le falta empatizar con el público. En palabras de Antonio Santamarina: “La preocupación por obtener beneficio propio de la investigación que lleva a cabo y el desprecio a las normas de cualquier código de conducta que no se funde en su propio egoísmo convierten al protagonista en un participante más de la podredumbre moral del país; impide, además, la existencia de un punto de vista moral que guíe su actuación y lo incapacita para cumplir la función ética de testigo frente a los espectadores.”

"El beso mortal" es una cúspide absoluta del cine negro americano. Digna de entrar directamente en el Olimpo de los grandes finales míticos del celuloide (¿Qué llevaban Vincent y Jules en el maletín durante todo el metraje de Pulp Fiction? Tarantino, seguramente visionó este film. Aunque también el amigo George Lucas porque ¿Qué se hallaba en el interior del Arca perdida?).

El comienzo del film es uno de los más inquietantes de la Historia del Cine, y no han pasado ni tres minutos de metraje cuando ya comenzamos a sumergirnos en una espiral de tensión, violencia y sadismo. Sus primeras constantes: El movimiento contínuo, ningún personaje permanece quieto más de diez segundos. Aunque también nos encontramos un "macguffin", un objeto que irrelevante al principio, va adquiriendo una entidad más que reveladora y se convierte en algo esencial al final del filme.

La gran interpretación de Ralph Meeker es perfecta, ofreciendo un personaje chulesco, machista y desagradable que, ocasionalmente, muestra rasgos de compasión y simpatía. Todas las mujeres que se acercan a Mike Hammer caen en sus brazos, pero no más allá de sus brazos, la tensión sexual es subyacente pero inconsumable.
A medida que se desarrolla el argumento, el detective va cambiando sus motivaciones, primero tratando de desvelar el motivo del asesinato de Christina, después anhelando cínicamente el dinero que pudiera llevar aparejado a la investigación sobre su muerte y, por último, persiguiendo a aquella a la que desea.

Película con un aura pesadillesca y bizarra, de ambientación oscura, confusa y envilecida, con una atmósfera asfixiante. Aldrich nos lleva de viaje a través de un "tour de force" al mismísimo apocalipsis, con un Mike Hammer más violento y psicótico que los tipos a los que persigue.
Clásico inexcusable, un peliculón realizado con pocos medios pero con tanta clase, estilo e interés que resultan asombrosos. El film fue prohibido por la censura franquista en España. En el Reino Unido, la importantísima escena de la tortura a Cloris Leachman fue eliminada en su estreno.

En 1984, Alex Cox recupera la misteriosa caja de ésta cinta en la extravagante y floja "Repo-Man."

El gran Aldrich ha influído a tantos y tan variados cineastas posteriores que resulta hasta contradictorio, desde la Nouvelle Vague, pasando por Walter Hill y colectivos gays hasta el mismísimo Quentin Tarantino.

"El detective Mike Hammer recoge a una autoestopista en la noche, al poco son interceptados por unos acosadores y, tras torturar a la muchacha, los tiran por un precipicio... Hammer sale indemne y, tras recuperarse, no descansará hasta aclarar lo sucedido."