miércoles, 16 de septiembre de 2009

La noche embelesada




Eme se acababa de independizar. Pero como recién emancipado aún le llevaba a su mamá la colada para que la planchara, aparte de que la buena mujer le hacía la compra en cuantiosas ocasiones.
Después de pasar toda la tarde de palique y haciendo el vago en compañía de Eme, éste me pide ir de visita a casa de su mamá para buscar las recién lavadas y perfumadas sábanas compradas durante el periodo de rebajas. Decidí acompañarlo puesto que su madre vive a escasos treinta metros de mi casa, aunque yo también le debía una visita a mi madre. Esa misma noche tenía previsto ir a cenar a su casa, y es que madre no hay más que una.

Convenimos que él iría a por su colada mientras yo arreglaría unos papeleos en la mía, cuestión de diez o quince minutos. El caso es que pasados los quince minutos me planto al lado del coche de Eme y éste no daba señales de vida. Luego de una espera de otros quince minutos aparece cargado con las bolsas de la colada e y otras de víveres comprados con todo el amor de madre, y es que madre no hay más que una, lo repito porque es cierto, esos sí que son amores para toda la vida.



Arrancamos el coche y me encuentro con que el amigo Eme debe de parar en la tienda donde trabaja su novia. Le reprocho su tardanza anterior y le recuerdo que debo de ir a cenar a casa de mi madre. Me promete que no serán más de cinco minutos, que ya me acerca él al hogar materno por un atajo, para evitar el intenso tráfico. Allí estaba yo, dentro del destartalado automóvil de Eme escuchando música de los cincuenta, nervioso y desesperado por su impuntualidad, de la que por otra parte, siempre ha echo gala.
Estaba irritado. Giraba la cabeza hacia todos los lados evitando mirar la hora, imaginaba que mi madre me mataría por llegar tarde a la pactada cena.


En mi desesperación interior levanto la cabeza y allí estaba ella, mirando hacia mí. Pensé que observaría el destartalado coche de Eme pero no, miraba ¡hacia mí! Destacaba de entre la gente que caminaba por la acera debido a su altura. Su brillante y morena melena giraba hacia los lados al compás de sus apresuradas zancadas. Sus carnosos labios, redondos y húmedos parecían que me hablaran. Clavó en mí sus grandes ojos marrones y supongo que babeé como un recién nacido. Me gustaría que alguien hubiera grabado en vídeo mi reacción, me haría gracia verme aunque conociéndome a mi mismo, me avergonzaría si viera ese vídeo.
Durante unos segundos no pensé en nada. Sólo en ella. Durante un instante pensé solamente en caminar a su lado, acompañando el vaivén de su liso cabello y sentirla cerca. Nada más. ¿El resto? Sólo Dios sabe porque he vuelto a encontrarla, porque ha vuelto a cruzarse en mi camino, ya que sin ella sospecharlo me ha destrozado la vida. Nunca debí de engancharme con una persona así.
Pero claro, hay personas que defraudan una vez las conoces, aunque creo que ella ha quedado estafada con un sujeto como yo. Lo más jodido de todo es que aún no sé porqué. Me gustaría conocer la razón de este áspero final sin fundamento. En el fondo solamente nos estábamos conociendo y creo que la he respetado siempre. Digo creo porque las personas suelen ver las cosas con prismas diferentes según les vaya.

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