lunes, 21 de septiembre de 2009

Un perro


Decidió no volver a hablarme. Tenía muchos planes de futuro y en todos entraba yo, pero de la noche a la mañana se le cruzaron los cables.

Todo ocurrió el día en que me confesó que se sentía atraída por Paco. Entre nosotros no había nada, aún. Quiero decir que no existía nada serio, nos estábamos conociendo, aunque en el fondo yo esperaba que sí, que en un futuro cercano hubiese algo formal. Que fuésemos pareja, vaya. La verdad es que ella me gustaba mucho. Hacía mucho tiempo que no me sentía tan atraído por una chica. Entonces, en la terraza de aquel bar lo manifestó. Expuso que en el pasado le gustaba Paco.
-"Ahora ya no me gusta, la verdad es que es muy joven, aparte de que no me hace ni caso. Creo que yo tampoco le gusto. Algunas veces, cuando coincidía en un bar con Paco, acabábamos discutiendo y polemizando. Es que me encantan las discusiones, pero ahora ya no me gusta y ya no me siento atraída por él."

Le dije que conocía a Paco y que cuando éramos pequeños me veía obligado a darle unas collejas de vez en cuando, ya sabes, cosas de chavales. A ella no le pareció bien que le atizara a su enamorado de cuando en cuando. Pero así eran las cosas en el barrio. De repente, alguien que te irrita y si no reaccionas, el resto de los muchachos te pierde el respeto. Pero eso ella no lo entendía, era de otra clase social. No creció en un barrio. Su mundo era otro, creía que papá y mamá siempre estaban pendientes para sacarle las castañas del fuego. Ese también era mi caso, mis padres siempre se preocuparon por mí, pero si creces en un barrio has de espabilar para que los otros rapaces no te pisen. Aparte de que Paco era más joven que yo y si no le reprimía para escarmentarlo, los otros chicos se reirían de mí, me perderían el respeto y la verdad sea dicha, cuesta mucho ganarse el respeto en un barrio.

Esa misma noche la dejé en compañía de sus amigas. Se despidió de mí con un cálido beso. Fue el último que me dio, creo que nunca lo olvidaré. Seguí el feliz camino de baldosas amarillas en dirección a mi casa, silbando y canturreando, creo que aquella noche no caminé, en realidad floté, estaba pletórico. ¿Había comentado anteriormente que me sentía muy atraído por ella?

Al día siguiente sonó el teléfono, era su armoniosa voz, me comentó que la noche anterior, cuando la dejé con sus amigas, se había encontrado con Paco. Me dijo que él no le prestó atención, que ella no le gustaba, que casi no hablaron porque Paco había estado parloteando con una de sus amigas. Una que era muy guapa y muy rubia. Pero noté su entrecortada respiración al otro lado del teléfono. Noté su dubitativa vocecita, sabía que le deseaba y comprendí que tal vez tuviera que sacarme del medio, desaparecer para dejar que ella tuviera su oportunidad con Paco. Se lo dije, le dije que lo comprendía y que no pasaba nada, aunque me corroyese por dentro. Le expuse que tal vez fuera mejor así, que tal vez lo mejor sería dejar esta relación que ambos empezábamos a crear. Abandonar antes de que la cosa fuera a más y me quedara con un palmo de narices cuando me rompiera el corazón y el alma en el momento de abandonarme por el susodicho Paco. Prefería dejarla ahora que nos empezábamos a conocer. Si ella tenía en mente algo mejor que yo y se sentía atraída por Paco, tal vez lo mejor era desaparecer. Así se lo comuniqué. Debí de abordar el tema con más calma porque si recapacito y pienso en ello la verdad es que me alteré un poco. Después de aquello no me la pude sacar de la cabeza. Es que me gustaba mucho ¿Lo había comentado anteriormente?

Meses después, estando de copas con Gio, ella irrumpe en el pub donde estábamos disfrutando de unas cervezas, aparece rodeada de sus amigas, como si se tratase de su personal guardia pretoriana. Nos cruzamos las miradas y nada más verme aprovecha para cuchichear algo al oído de una de sus compañeras, supuse que sería algo sobre mí. Y no precisamente algo bueno puesto que ni me miró al pasar. Decidí darle la espalda ya que que no hacían otra cosa más que observarme. Me estaba poniendo nervioso. Acabamos las bebidas, decidimos alejarnos de aquel local y dirigirnos hacia otro lugar donde no nos sintiésemos tan observados.
Nada más acceder al siguiente local respiré tranquilidad, aunque no estaba precisamente vacío. Estaba colmado de humo de tabaco y gente, pero para mí, tras la experiencia anterior, era el paraíso en la tierra. Gio pidió unas cervezas en la barra mientras yo buscaba un lugar un poco más tranquilo en el que poder entablar una conversación sin que nos molestase el bullicio de la gente y los decibelios de la ambiental música. Todo iba de maravilla, me había olvidado de aquellas miradas asesinas, intentaba relajarme sumirgiéndome en un sugestivo coloquio. Estábamos en plan distendido, ya no me sentía tan tenso. La noche anterior nos habíamos emborrachado y nos estábamos recuperando, por ello decidimos salir a tomar el aire y charlar relajadamente sobre nuestras cosas.
La charla con Gio estaba siendo muy amena, la verdad es que es un gran conversador. Lo estábamos pasando muy bien allí sentados, analizando desde nuestra limitada perspectiva las películas de David Lynch, mientras contemplabamos a las bellas chicas que pululaban por el local, degustando el amargo sabor de una cerveza bien fría. Disfrutabamos el momento como diría Horacio.
De pronto una nube negra se apoderó del bar, o por lo menos eso percibí yo. Advertí como si una putrefacta y negruzca neblina empezara a saturar el aire. Supongo que sería mi zumbeante sentido arácnido. Entonces ella irrumpió en el local, acompañada de su séquito. Sus compañeras la rodeaban, parecía que la protegían. Se dirigieron directamente a la barra y demandaron unas bebidas. Sus ojos de ave rapaz comenzaon a otear desde su privilegiado metro setenta y cinco. No podía esconderme, tampoco es que sea etéreo precisamente. Sus pupilas advirtieron mi presencia. Horror.
Comenzó a estudiarme mientras cuchicheaba algo al oído de una de sus amigas, al momento todas miraban en mi dirección presas de la curiosidad. Me sentía como debe de sentirse un cobaya al que someten a experimentos. No sabía que hacer, ni como reacionar. Gio me había abandonado en busca del aguamanil. Todas me observaban mientras chismorreaban entre ellas. Me sentía contemplado, medido, tasado. Todas excepto una de pelo color castaño que se separó del grupo de amigas, se acercó, su brusca presencia a dos pasos de mí, se convirtió en algo irritante. Comenzó a analizarme con su mirada. ¡Odio que me observen fijamente! Sus inclinados ojos azules se clavaron en mi cara mientras me sometía a esa inspección fría y calculadora. Su mirada me palpaba todo el cuerpo. No me arrugué y le devolví la inspección visual a la que me estaba sometiendo. La observé fijamente. Ella debió de pensar que me acobardaría pero no fue así, le sostuve la mirada y comencé a analizarla lentamente desde arriba hacia abajo. Mientras observava a la cotilla, imaginaba las tonterías y mentiras con las que ella habría llenado la cabeza de sus amigas. Imaginaba que me habría puesto a parir. ¡Pero si yo no le hice nada! No lo comprendía. Sólo entendía lo que estaba sucediendo en ese momento y precisamente no estaba disfrutando con esa indagación visual.
La que se acercó teminó su examen y apartó la vista como buscando algo de encima del mostrador. Se dispuso a departir con la camarera, supongo que se conocían. Un minuto más tarde volvió a lo mismo, comenzó otra vez con sus fisgoneos y una sonrisa de carne sana y rouge enmarcada por una cabellera castaña casi pelirroja ilumió su cara, su piel blanca era la de las treintañeras pulcras y bien cuidadas. Nos volvimos a cruzar la mirada, me observó con esos ojos azules de animal calculador. Supuse lo que pensaría de mí, ¡ay, si conocieras mi versión! pensé. Pero por más que averiguara mi exégesis creería a su amiga del alma, eso por descontado. ¿Y si yo le narrara lo que su amistad más íntima cuenta sobre ella? ¿Y si yo le contara lo que su entrañable compañera me detalló sobre sus desamores y su operación de pecho tras el abandono por parte de su novio? Desesperada operación en un frustado intento de recuperar el amor perdido. Preferí callarme, y tragarme mis pensamientos, aunque quizá, en el caso de repetirse esta escena en un futuro, me decida a expresar lo que siento por unos mamas de silicona. Unos pechos de postín que nadie disfruta excepto su dueña. Debes recuperar el dinero invertido nena.
Me hizo sentir como un perro, ya veremos como se siente ella cuando yo le exprese la traición de su colega íntima divulgando a diestro y siniestro su biografía.

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